Aquí está la clave, por qué soy yo la persona que va a ayudarte.
Empecemos por algo obvio, pero importante.
¿Te ha pasado alguna vez que quieras decir algo y no sepas cómo hacerlo? Seguro que sí, es normal.
Pero, ¿y si se trata de trabajo y no sabes cómo expresarte, cómo llamar la atención o llegar a tus clientes? Pongámosle solución.
Tengo una newsletter donde quiero darte consejos para ayudarte a hablar con tus clientes todos los miércoles. Y viene con regalo… ¿a qué esperas para apuntarte?
Mi hermana me ponía muy nervioso. Ella decía “yo me entiendo”.
Y yo no la entendía, y ella se frustraba, y los dos nos enfadábamos.
Sé que a mi hermana no es la única a la que le pasa eso.
Puede que a ti también te cueste contar lo que tienes en tu cabeza, lo que haces, lo que vales… En eso te puedo ayudar.
Anda que acabo de inventar la rueda con la frase de arriba eh. Déjame que me explique.
Llevo más de 25 años metido en el mundo de la comunicación, me di cuenta hace unos días al mirar el primer artículo que publiqué, soy un poco emotivo (por no decir sensiblón), lo confieso.
Siempre me ha gustado contar historias. He pasado horas en mi cuarto con el editor de textos, con folios, con cuadernos del colegio en los que me iba de las matemáticas a mis mundos paralelos.
Era de esos chicos tímidos que no se atrevían a pedir un vaso de agua en un bar, de esos que se escondían detrás de la gente. Pero tenía mucho que decir y escribirlo era la única forma que tenía de hacerlo. Y sí, lo reconozco, tenía (y aún tengo) un cajón lleno de cartas, relatos, historias que no me atrevía a que nadie viera.
Tenía mucho que decir, pero no sabía cómo. ¿Te suena?
He pasado por dos periódicos, por una televisión, por una agencia… ¡Y por tres ciudades, dos países y dos continentes!
Empecé muy formal, sentado en la redacción primero de Tribuna Universitaria, luego La Gaceta de Salamanca y después en EurActiv.es.
Después me desmelené (curioso que un calvo te diga esto eh).
Me fui a una agencia de comunicación y pasé ahí más de diez años. Y ahí hice de todo.
De todo, ya te he dicho.
Ahí sufrí el tener que trabajar ahogado, sin tener voz propia ni conseguir la atención y el respeto que todos merecemos.
Más descolocado que un pulpo en un garaje, que Kiko Rivera en un convento, que un sobre de té en el mueble bar de tus abuelos…
Me entiendes ¿verdad?
Me fui y me sentí más libre para hacer las cosas como yo quería.
Empecé mi andadura en Salamanca, me marché después para crecer a Madrid, estuve una temporada en Santiago de Chile y ahora estoy de nuevo en Salamanca, que es donde siempre he querido estar.
¡Soy más charro que el hornazo!
(Si no sabes qué es el hornazo pregúntame que te va a hacer gracia la historia).
He trabajado por cuenta propia y ajena.
Me encantó hacer proyectos grandes como un ciclo de conferencias con la AEDE,
ver la reputación en medios de la ministra Ana Pastor y el Ministerio de Fomento,
estar metido en la gestión de crisis de RENFE y la Fundación Tripartita.
Conocer y contar el trabajo de empresas como COFARES, AFCO, Innoliva, Shogun (…) fue un orgullo y un placer.
Estando en campos tan distintos como el sanitario, el aceite de oliva, el cartón o los cómics, todos tenían un denominador común: buenas historias.
Como la tuya que está esperando a que le demos caña.
Y los autónomos, como yo, que tenemos que sacar adelante nuestro proyecto y nuestro trabajito nos cuesta. También he trabajado junto a personas como Javier de Andrés, como Raúl Shogun o Paloma García Cuanda, entre otros.
En mi DNI pone Fernando, pero prefiero Fer porque me gusta tratar a la gente, a los clientes, como trato a mis amigos: de forma cercana, amena, sincera y honesta.
Fer es (yo soy) un cuarentón con complejo de Peter Pan.
Un amante del fútbol que se pierde un partido por ver a un amigo.
Un libro de mil páginas que hay que leer en diagonal.
Las cosas más serias dichas en broma.
Un hombre clásico que llora viendo dibujos animados.
Una canción de pop comercial español de los 80 (¡Viva los Hombres G!).
Un cabezota, un perro verde, un cero que puede llegar hasta el infinito o más allá.
Un hombre a un perro pegado (Kike).
Y sí, claro, un enamorado de contar historias.
¿Y sabes? Resulta que ya te he contado la mía, mi historia. Y si has llegado leyendo hasta aquí, será que te ha gustado la manera en que lo he hecho.
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