Lo somos eh. Todos. Y ojo que no me refiero a que seamos cabrones con los demás, que de esos hay gente que sí que lo son, y mucho, y hay otros que son una buenísimas personas. A lo que me refiero es a porqué somos tan cabrones con nosotros mismos. De verdad es algo que me pone muy nervioso. Lo fácil, lo que se me da bien es ver la paja en ojo ajeno. Conozco mucha gente que es increíble, que tiene un talentazo, que me encantaría que pudieran verse con mis ojos para ver realmente el valor que tienen. Pero nada oye, que no hay manera.
Y yo lo digo, lo digo porque lo pienso claro, pero lo digo. Y lo digo las veces que haga falta y de todas las formas que se me ocurran. Lo digo con palabras, con miradas, con hechos. Lo digo en dos segundos y en veinte años. Yo no me callo. Pero no me creen, no les llega, no les llena. Y me frustra hasta el infinito y más allá.
¿Porqué somos tan cabrones con nosotros mismos? No lo sé, de verdad que no lo sé. Siempre pensando que lo que acabas de hacer no es suficientemente bueno, que otro lo habría hecho mejor, que tampoco vales tanto la pena, que tienes suerte (que no es merecido) por tus amigos, por tu trabajo, por tu pareja. En serio ya vale, ya está bien, paremos ya por favor que nos va a explotar la cabeza.
No somos nada justos, ni amables, ni objetivos con nosotros. No lo somos. Y puede que que lo mismo que estoy pensando yo de muchos (aunque todo empieza con alguien con quien hablé ayer) lo piensen ellos de mí. ¿Cómo los solucionamos? Pues no lo sé, quizá el primer paso es pensar que esto puede pasar, es decir, pensar que si conocemos a alguien que se infravalora sin sentido, igual nosotros también lo estamos haciendo. Igual si fuéramos capaces de juzgar lo nuestro como si fuera de otra persona nos sorprendería el resultado. Puede ser.
Mientras tanto, mientras ponemos en orden nuestra cabeza (que tiene su trabajito), os pido, por favor, que si te gusta algo de alguien díselo. Ayuda.