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Lámpara
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Mi sagrada camisa rosa

Hace un tiempo descubrí algo maravilloso que me tiene fascinado. Cuando tienes una camisa con el cuello feo y desgastado no hace falta tirar la camisa, puedes llevarla a una costurera (porque un costurero es una caja donde se guardan agujas e hilos, pero aquí no ha dicho nada la chuli ministra) para que le dé la vuelta al cuello y vuelve a estar como nueva. He recuperado cinco camisas por unos 30 euros… Estoy feliz.

Pero una de estas camisas es especial, es diferente por muchas cosas. Es mi sagrada camisa rosa. Para empezar porque esta camisa es la primera que me compré yo, con mi dinero, sin mi madre o hermanas validando mi gusto y decisión. Yo solito. Y claro es algo de lo que uno se acuerda, más teniendo en cuenta que la camisa es ya mayor de edad… Me la compré hace unos 20 años.

Pero esta camisa no es solo especial por eso. Hay veces que la cosa más tonta da pie a conversaciones, a apoyo, a compartir con personas, a crear un nexo especial, tan especial, que nadie más lo entiende. Solo Verónica, solo ella sabe del poder de la sagrada camisa rosa, solo ella sigue la broma, se ríe con esa tontería, comparte conmigo esa locura. Una camisa que ha valido para reforzar una amistad.

Porque la camisa pensé que me daba suerte, porque le he llevado en días que me han ido bien las cosas, porque cuando Verónica tenía un día importante yo me ponía esa camisa y me hacía una foto con ella. Era una forma algo tonta de decir que la apoyaba, que estaba ahí, que me importaba. Y la camisa siguió dando suerte, la camisa es sagrada. Alabada sea la Sagrada Camisa Rosa.

Igual no tienes una camisa rosa, pero deberías. Igual no tienes una broma tonta con nadie, pero deberías. Igual nunca te has reído de ti mismo y de tus tonterías, pero, sin duda, deberías.

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